domingo, abril 27, 2014

El vía crucis de la inmigración

EL PERIÓDICO DE ARAGÓN BEATRIZ MESA 27/04/2014 La tragedia de Tarajal, que costó la vida a 15 subsaharianos que el pasado 6 de febrero intentaban llegar a nado a suelo español, y los constantes asaltos masivos a las vallas de Ceuta y Melilla que se han sucedido desde principios de año, incluido el que protagonizaron con éxito 500 inmigrantes el 18 de marzo, el mayor desde el 2005, han vuelto a poner el foco en las estrategias que siguen España y Marruecos para intentar frenar la inmigración ilegal. El reto es sin duda grande, porque mientras haya causas por las que emigrar, la presión sobre la frontera sur de España no cejará. Una presión que se hace visible en las vallas de Ceuta y Melilla pero que empieza a generarse cientos de kilómetros más al sur, donde nacen las rutas que utilizan los inmigrantes para intentar, frecuentemente bajo el control de las mafias, alcanzar Europa. "Lo intentarán y lo volverán a intentar por todos los medios. Prefieren morir a no intentarlo. Y las mafias siempre encontrarán formas de llevarlos al otro lado", asegura a este diario Hicham Baraka, presidente de la Asociación Marroquí Pro Derechos de los Inmigrantes, para quien los subsaharianos "dependen sin duda de las mafias, que se han ido profesionalizando en los últimos años". En suelo marroquí, y también a lo largo de las principales rutas de la inmigración clandestina que parten de países como Senegal, Malí, Guinea Conacry, Guinea Bissau, Costa de Marfil y Camerún, ha ido extendiéndose un floreciente negocio que se alimenta de la desesperación de miles de subsaharianos que sueñan con alcanzar el paraíso europeo. Un negocio que a menudo sumerge al inmigrante en una especie de Estado paralelo con sus propias reglas, jerarquías y obligaciones. El tráfico de personas hacia Europa El vía crucis de la inmigración Las mafias controlan la ruta que lleva a los subsaharianos hasta las puertas de Melilla. Los inmigrantes empiezan a pagar en Níger 'peajes' que se repiten hasta Marruecos DsÕ Enviarq Imprimirà Valorar&Añade a tu blog@2 Comentarios Varios inmigrantes, encaramados a la valla de Melilla, el pasado 26 de marzo. - Foto: AFP1 95BEATRIZ MESA 27/04/2014 Noticias relacionadas5Inquilinos de los 'pisos patera'Edición en PDF Esta noticia pertenece a la edición en papel de El Periódico de Aragón. Para acceder a los contenidos de la hemeroteca debe ser usuario registrado de El Periódico de Aragón y tener una suscripción. Pulsa aquí para ver archivo (pdf) La tragedia de Tarajal, que costó la vida a 15 subsaharianos que el pasado 6 de febrero intentaban llegar a nado a suelo español, y los constantes asaltos masivos a las vallas de Ceuta y Melilla que se han sucedido desde principios de año, incluido el que protagonizaron con éxito 500 inmigrantes el 18 de marzo, el mayor desde el 2005, han vuelto a poner el foco en las estrategias que siguen España y Marruecos para intentar frenar la inmigración ilegal. El reto es sin duda grande, porque mientras haya causas por las que emigrar, la presión sobre la frontera sur de España no cejará. Una presión que se hace visible en las vallas de Ceuta y Melilla pero que empieza a generarse cientos de kilómetros más al sur, donde nacen las rutas que utilizan los inmigrantes para intentar, frecuentemente bajo el control de las mafias, alcanzar Europa. "Lo intentarán y lo volverán a intentar por todos los medios. Prefieren morir a no intentarlo. Y las mafias siempre encontrarán formas de llevarlos al otro lado", asegura a este diario Hicham Baraka, presidente de la Asociación Marroquí Pro Derechos de los Inmigrantes, para quien los subsaharianos "dependen sin duda de las mafias, que se han ido profesionalizando en los últimos años". En suelo marroquí, y también a lo largo de las principales rutas de la inmigración clandestina que parten de países como Senegal, Malí, Guinea Conacry, Guinea Bissau, Costa de Marfil y Camerún, ha ido extendiéndose un floreciente negocio que se alimenta de la desesperación de miles de subsaharianos que sueñan con alcanzar el paraíso europeo. Un negocio que a menudo sumerge al inmigrante en una especie de Estado paralelo con sus propias reglas, jerarquías y obligaciones. EL PODER DE LOS 'KINGS' Unas redes mafiosas que tienen sus kings --sus máximos jefes--, como el apodado El viejo León: un camerunés residente en Argelia desde hace 17 años que dirige todos los tejemanejes del circuito migratorio a su paso por las ciudades de Tamanrasset y Magnia. Las rutas de la inmigración desde el África subsahariana suelen ser siempre las mismas. La principal parte de Agadez, donde confluyen inmigrantes de Camerún, Nigeria, Sierra Leona o Ghana, y cruza Argelia para alcanzar Marruecos a través de Oujda. Otra, más próxima a la costa atlántica, recorre Senegal y Mauritania y atraviesa el Sáhara Occidental hasta alcanzar el norte del reino alauí. Como cualquier subsahariano, Moussa pasó por caja nada más llegar a la ciudad marroquí de Oujda, donde el inmigrante indocumentado compra el derecho a gueto (una plaza en uno de los campamentos clandestinos, organizados por nacionalidades) y a guía, el transporte hasta los pisos patera de las principales ciudades marroquís o los bosques próximos a Ceuta y Melilla. "Entre el derecho a gueto y a guía, la suma es de unos 150 euros. Si no los tienes, permaneces en el refugio hasta conseguirlos", continúa Moussa. Como sucede en cualquier organización clandestina, los guetos están muy jerarquizados y los inmigrantes no tienen libertad de acción. "Si no existiera la comunidad, el gran pez se comería al pequeño pez", prosigue Moussa. Cuando aterrizó en Marruecos, hace dos años, él se sintió como un pequeño pez porque su nacionalidad, la nigerina, no tenía suficientes integrantes para formar una comunidad. Optó entonces por adherirse a la estructura camerunesa. "Es una manera de sentirse protegido", comenta Serge Diva, miembro de la Asociación de Luz sobre Emigración Clandestina en el Magreb (Alecma), para quien resulta clave el papel que ejercen los tribunales improvisados por los inmigrantes para mantener el orden en una comunidad. Cada nacionalidad aplica sus normas. La disciplina de la comunidad únicamente se rompe al final del viaje. Una vez organizado desde un bosque cercano el asalto a la frontera, ya sea por mar o por tierra, solo queda confiar en una cosa: la suerte.

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