domingo, junio 12, 2016

INMIGRACIÓN Y DESESPERANZA

Estruja el alma y llama a la desolación la desventura que viven cientos de miles de inmigrantes y refugiados que abandonan sus países en medio de la guerra, la persecución, la pobreza o el destierro, para buscar mejores horizontes en otros lares; el más dramático y reciente ejemplo es lo sucedido el pasado mes de mayo, cuando han perecido ahogadas en el mar Mediterráneo (convertido en un verdadero cementerio marino) cerca de 1 086 personas que querían llegar a Europa. Y estas cifras se repiten durante los últimos años: en 2015, sucumbieron 3 771 personas en las aguas de dicho piélago, mientras intentaban cruzarlo a bordo de barcos hechizos; y, en el 2014, fueron 3 279 víctimas que fenecieron en las mismas terribles condiciones, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Incluso, se estima que más de 5 350 migrantes perdieron la vida en todo el mundo a lo largo del año 2015, incluido el Mediterráneo, el sudeste de Asia (la Bahía de Bengala, el mar de Andaman, Malasia y Tailandia), con por lo menos 800 muertes; y, ya en el continente americano, en particular a lo largo de la frontera entre los Estados Unidos y México –donde el orate candidato Trump quiere construir su muro oprobioso–, 330 seres humanos fallecieron (http://www.iom.int/es). Las cifras indican también que, solo en 2015, 1 004 356 personas llegaron a Europa, con lo cual se multiplicó por cinco el número de habitantes del planeta en tal situación en relación con 2014. Es más, el panorama es tan grave que hoy cerca de 192 millones de seres viven fuera de sus países de origen, esto es, el 3% de la población mundial; incluso, las frías estadísticas señalan que una de cada treinta y cinco personas en la tierra es migrante (véase http://www.oim.org.co/). Muchos de esos sacrificados indefensos son enfermos, mujeres embarazadas, ancianos, niños y adolescentes; y, lo que es más grave, esto sucede ante los ojos de todo el mundo, en medio de una sociedad que se dice culta y civilizada, llena de privilegios para unos pocos y de mucha hambre y destierro para amplias mayorías. Un mundo envilecido en el cual las potencias arrogantes continúan su loca carrera armamentista y se gastan, cada año, miles de millones de dólares, acompañadas del más absoluto menosprecio para con los necesitados del planeta que mueren en medio de la indolencia. Es más, harto ruboriza pensar que estos seres humanos desamparados son víctimas de oscuros traficantes, quienes con sus redes han montado un lucrativo negocio con su dolor; por eso, los trasladan en condiciones oprobiosas e infrahumanas (recuérdense las macabras imágenes del camión con el logotipo de una empresa avícola eslovaca, en cuyo interior fueron encontrados 71 cadáveres en una autopista austríaca, a finales de agosto del año pasado). Las organizaciones delincuenciales –gracias al detestable crimen del tráfico de migrantes que, al lado del mercado de armas y de sustancias prohibidas, les llenan los bolsillos–, pues, han convertido a los hombres en fardos de géneros, en objetos o en cosas que se negocian por parte de monstruos infernales que no tienen piedad alguna y nadie parece poder controlar. Y esto, en contra de lo que muchos creen, también toca a Colombia. Basta recordar la malaventura que se vive en el Urabá antioqueño, en especial en la ciudad de Turbo, tras el cierre de la frontera con Panamá, a donde llegan (ya por centenares) en embarcaciones de todo tipo africanos, asiáticos, haitianos, cubanos, etc. que quieren alcanzar el norte del continente donde el deslumbrante sueño americano los espera. Así las cosas, es cierto que estamos en un mundo en el que se globaliza la economía y las naciones se integran, pero también lo es que la guerra, la pobreza y la deshumanización, son fenómenos que se universalizan. ¡Esta vergüenza que nos envilece a todos como individuos pensantes tiene que llegar a su fin!. http://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/inmigracion-y-desesperanza-EA4367754

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